Me acuerdo, del sombrero de paja que tenía mi abuela, de esa cinta negra que tenía, de como se lo ponía los domingos, sobre todo, los días que tenía que ir a la huerta a recoger tomates; eran tan rojos y camperos, que nunca se me olvidará; de esa redondez y como me sentaba a mis diez años en el banco de piedra, mientras los recogía.
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