Una vez abajo, corrimos como pudimos hasta
nuestras bicicletas, con los nervios nos perdimos en medio del bosque y no
vimos el camino que siempre utilizábamos para salir. Nos pusimos a buscar
muertos de miedo pero sin éxito, un camino, por fin lo encontramos, cuando pensábamos
que ya lo teníamos muy fácil para escapar, una manada de lobos nos rodeó.
Entonces, las brujas que encontramos en la iglesia que eran modernas y las que
acabamos de ver en el cementerio, se acercaron, apartándose los lobos para
permitirles que entrasen, entonces la bruja que llevaba los guantes de cuero
negro, el top morado, los pantalones de cuero y que parecía la jefa según la
llamaron se llamaba Nebrusa, dio orden a las demás para que sacasen los puñales
cortasen ramas de cedros, cogieran hachas y cortaran buenos árboles y que nos
atasen bien, mientras la hermana Woogam nos pinchaba los dedos de las manos,
otra nos cortaba las muñecas.
Apareció primero un cazador que intentó disparar a
los lobos, pero lo único que hizo fue asustarles; entonces se acercó a donde
estaban las brujas y le convirtieron en piedra; después apareció un cura
con una sotana negra; en la mano llevaba una biblia, sin abrir la
biblia, las brujas y los lobos desaparecieron, la carne de nuestro hombro
volvió a su ser; las heridas se cerraron y la sangre se secó. Entonces desapareció y dejó de nevar.
Con mucho cuidado, vimos el camino por donde
siempre íbamos y nos dirigimos de regreso al pueblo. Como siempre y sobre todo
ahora, pusimos la mayor atención posible, de mirar las hojas, ramas, el color,
si había algún animal; pero durante la media hora de regreso no pasó nada.
Cuando salíamos, del camino nos encontramos unas viejas termas, les pareció
bastante interesentante que estuvieran en tan buenas condiciones, como la otra
vez o mejor dicho peor que la otra vez, no solo se cerró las puerta de entrada,
sino que el suelo se empezó a abrirse bajo sus pies. Para empeorar la situación
las paredes se empezaron a derrumbar, los asientos les atraparon porque una
rama de un árbol les anudó las manos y
la cintura, tan fuerte que no les permitía moverse.
Pasaron varios días sin poderse mover, hasta que
por fin les permitió soltarse y todo
volvió a su ser.
Regresaron al camino para ir al pueblo todo recto y hacia abajo.
Al atardecer, dejaron las bicicletas que habían
alquilado, fueron al hotel, intentaron arrancar el coche, pero se negaba a
arrancar.
A las diez cenaron, pero en lugar de subir las
escaleras, permanecieron en el porche delantero del hotel hasta la una, que
subieron las escaleras bostezando. Cuando llegaron, se cambiaron, nada más
deshacer la cama, se durmieron.
Continuará....
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