domingo, 26 de noviembre de 2017

II

Al salir, el hombre le colocó una rosa roja y una nota, comentándola, que estaba muy contento de haberla conocido, pero que no le llamase, que no quería saber nada más de ella. Que si lo hacía, tomaría represalias con ella y con sus seres queridos. Esa misma tarde, quedó con sus amigos, después de haber robado a la joven que la verdad; no merecía ninguna compasión, ni por la vía romántica ni de la amistad, era un espárrago mal hecho, pero como se suele decir, tiene que haber de todo. Después de haber cambiado el pin y de haber llamado para que cambiase el titular, se fue de marcha para salir de fiesta. Sus padres, le habían castigado porque había suspendido y estaba repitiendo; pero él no se amilanaba, no, él, se escapaba en cuanto podía, o para ser más exactos, cuando se marchaban. Como ellos se llevaban su móvil, no tenía otra opción que robar; para que aprendiesen que ellos no tenían la última palabra. Se creían que con dieciséis años, podían decirle lo que tenían que hacer. Se fueron a un bar que acababan de abrir; lo habían decorado, como si fuesen coches de carreras. Los camareros, vestidos con monos de piloto y los vasos en forma de coche. Después de varias rondas de cerveza y de chupitos de ron blanco. Cada uno se marchó a su casa, teniendo la suerte de que Matthew, al llegar a casa, tuvo la suerte de que no había llegado

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