sábado, 11 de mayo de 2013

La gran depresión (XV)


En una enorme casa de la colina, un matrimonio ocupado e importante, con muchos compromisos sociales, políticos o algo así, tenían tres hijos.  Cuando salían de sus reuniones, dejaban a sus hijos con una chica de la urbanización a la que venían contratando desde cierto tiempo atrás.
La muchacha, preocupada, que era muy guapa, era una de esas chicas alocadas, felices y algo despreocupadas. No obstante siempre habían cuidado muy bien de los chicos. Así, esa noche jugó un rato con ellos y después de dormirlos fue a la cocina, se hizo unas palomitas y se recostó a ver alguna película en la televisión con el volumen alto.
Pasados algunos minutos el teléfono sonó.
-          ¿Cómo sabes tú eso, si no te encontrabas en esa casa?
-          Te lo tengo que contar, poco a poco.
-          Buenas noches, ¿Con quién desea hablar?
-         
-          Hola ¿Me escucha?...¿ Hola?
Siguió intentando obtener respuesta a duras penas podía escuchar una respiración y una especie de risa contenida de fondo; así que, irritada, cerró el teléfono con brusquedad y continuó viendo la televisión. ¿Quién sería? ¿algún idiota sin nada que hacer?, ¿un amigo suyo?, ¿un pervertido?.. En todo caso sería mejor ignorar a quien sea estuviese fastidiando al otro lado de la línea.
Pero una y otra vez seguía sonando el teléfono y aquella risa de fondo se repetía, cada vez colgaba más rápido e incluso pensó en desenchufar la línea, pero no podía hacerlo, los padres de los niños le habían dejado bien claro que en todo momento debía estar atenta a sus llamadas. Muerta de miedo y perdiendo su paciencia, llamó a una teleoperadora de la policía. Algo andaba mal con esa risitas contenidas y ella debía saber que diablos estaba ocurriendo.
Por suerte la operadora, lejos de reírse, le dijo que habían introducido una derivación de su línea en la central y todo lo que ella tenía que hacer era entretener al desconocido para que la central tuviera tiempo de localizarlo.
Quince minutos después sonó el teléfono otra vez…¿Sería él? En efecto, solo que esta vez ya no estaba la risita contenida de fondo sino una carcajada histérica, sádica, parecida a esas que a veces muestran las películas de terror de Hollywood.
-¡Pare de reír!...¿Qué le he hecho yo? ¿Por qué me hace esto?- Dijo nerviosa, irritada y con la voz al borde del llanto.
Nada, el hombre no hacía más que reírse cruelmente, con más histerias a medida que aumentaban las súplicas y la desesperación de la muchacha. No le quedó más que colgar, después de lo cual intentó en vano calmarse.
Finalmente, apenas unos cinco minutos más tarde el teléfono sonó otra vez. Esta vez los nervios fueron tales que sintió el corazón luchaba por salírsele del pecho. “No contestes, no contestes”, se dijo a sí misma aunque no pudo resistirse y contestó:
-          Habla la policía. ¡Salga inmediatamente de la vivienda! Las llamadas que recibía vienen de la otra línea de la casa en que está. Hemos mandado una patrulla, ¡Salga ya!

Continuará.....

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