El teléfono se le cayó de las manos y gotas de
frío sudor resbalaban por su frente empalidecida por el susto. Querría correr
pero sus piernas no respondían, sólo temblaban y temblaban…
Cuando respondieron echó a correr con
desesperación hacia la escalera para recoger a los niños que estaban en la
planta de arriba, pero antes de subir, aquella misma carcajada sádica le detuvo
en seco. Al mirar al final de las escaleras, junto a la puerta del cuarto de
los niños estaba un hombre alto, de frente amplia y cabello rizado y gris.
Vestía con un mono blanco como el de los pintores, pero estaba de manchas rojas
y en su mano derecha el hombre sostenía un enorme cuchillo ensangrentado.
El terror que sintió fue tal que quiso gritar y no
pudo, se tropezó mientras intentaba llegar a la puerta de salida y, una vez que
estuvo enfrente, intentó una y otra vez abrirla pero las manos le temblaban
tanto que la llave se le caía o ella lo metía mal. Mientras esa horrenda
carcajada de fondo, sonando cada vez más fuerte a medida que el asesino se
acercaba con una lentitud tan extrema como cruel y premeditada.
Gracias a Dios consiguió por fin abrir la puerta y
tuvo la suerte de que a pocas calles estaba en camino un coche de la policía.
Corriendo, intentó alejarse, unos cincuenta metros de la casa viendo con
asombro como el asesino no la seguía. Sin embargo, los padres de los niños
pasaron con el coche; reconociéndola, pararon el coche se bajaron, yo que
estaba cerca con mis amigos y nos íbamos a ir a una fiesta, escuché
la historia que te he contado. Entonces ella se montó en el coche, y se
dirigieron a su casa.
La policía entró en la casa, pero nunca encontraron al hombre, que
probablemente escapara por alguna ventana, aunque la niñera le dio la
descripción, lo más detallada de él.
Pero, lo que vieron aquellos agentes ese día en el
cuarto de los niños les marcaría por el resto de sus vidas.
Las paredes estaban cubiertas de manchas de
sangre, había tripas y vísceras esparcidas por el suelo, las tres cabezas de
los chicos estaban sin ojos y separadas de los cuerpos y, junto a otras
atrocidades de la escena del crimen, se habían encontrado unos pañuelos que a
modo de mordaza habían impedido que los gritos de sus víctimas sonaran en toda
la calle. La niñera al estar viendo la televisión con el volumen muy alto nunca
escuchó nada y el psicópata aprovechaba los pequeños “descansos” mientras
torturaba y asesinaba a los niños para llamarla por teléfono y reírse de el
hecho de que a escasos metros estaba acabando con la vida de los pequeños que
ella debía cuidar.
-
Estamos, en la línea, no sé la verdad quién
debería haberse llevado el primer premio. ¿ Siguió viviendo la familia en esa
casa después de lo acontecido?
-
No, después del espeluznante suceso, se mudaron,
la intentaron vender y alquilar, durante muchos años, pero resultó muy
complicado. Ya hemos llegado, ¿Conduces tú o yo?
-Lo haré yo, ya que estoy muy poco cansado, mañana
si tú estás más despejado te toca a ti.
A la mañana
siguiente, optaron por hacer un poco de equitación ya que era temprano.
Hicieron un camino lleno de montes y pasaron ríos, en el precio les entraba un
picnic, por lo tanto a las dos comieron tortas rellenas de carne y verduras,
regresando a las cinco para que no se perdieran ni surgiese ningún incidente,
aunque delante se encontraba el guía.
Continuará.......
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