El reloj del ayuntamiento del pueblo, marcó las doce, los vecinos, en la plaza del pueblo, se disponían a ir a la iglesia de la valla de ladrillo; ya que las monjas, habían cerrado las puertas de la iglesia.
Un hombre con una botella en la mano, miraba sin cesar a su alrededor; nervioso, como si alguien le estuviese vigilando; se le notaba perdido, como si no supiese a donde ir, pero a la vez quisiese ir a todos los sitios y a ninguno. Una niña, le llamó la atención el parche que llevaba y el pelo, con rastras de todos los colores. Se lo iba a decir a su madre, pero no la dejó.
Continuará....
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