- Desde luego, está muy bien fortificado. Las
puertas, son bonitas, pero muy sencillas para mi gusto.
- Pues a mí me parece perfectas.- A ti casi
siempre te parece todo lo más sencillo perfecto.- Respondió Sara, cogiéndole de
la mano, cariñosamente.
Nada mas entrar, miran a la terraza, dándose
cuenta, que por dentro, las ventanas, estaban medio derruidas, por lo tanto se
quedaron sin poder subir por las escaleras, porque, pasaba igual que las
ventanas.
Decidieron, porque no podían mirar mucho, dar un
paseo por los alrededores. Salieron a dar un paseo, iban a adentrarse en el
bosque, cuando un cazador, les preguntó si eran los nuevos propietarios de la
antigua mansión llamada “ La Gran Depresión o Gran Tristeza “. Ellos le
respondieron que sí, preguntaron el por que de esa pregunta, si era para darles
la bienvenida, les daba las gracias, pero si había pasado algún acontecimiento
que debieran saber, que por favor, se lo contara. El cazador salió medio
corriendo y asustado. De repente vieron una extraña piedra. Se extrañaron tanto
que decidieron marcharse, dando un paseo por un convento que estaba de paso,
para acercarse, tenía que abrirse paso apartando las ramas y hojas de los
árboles.
Este convento lo que tenía de especial era, que
albergaba una joven hermosa de Mexico, que aparecía por las noches. Esta era la
historia.
En la época (1862- 1867) de la intervención
francesa. Una joven se enamoró de un
militar francés sus padres no les gustó esa relación y la metieron en un
convento.
Esta joven hermosa, de pelo azabache y ojos
almendrados, conoció a este muchacho porque le curó unas heridas durante una
pelea callejera y lo ocultó para salvarle la vida. Hay dos versiones. Dicen que él se fue a su país antes que
lo fusilasen, pero le prometió a ella regresar y no lo hizo, otra dicen que
como él se fue y ella quedó embarazada incapaz de soportar la vergüenza,
desesperada por la ausencia de su amor subió a la torre del campanario y se
tiró al vacio. Todos coinciden que las noches en lo alto de la torre se ve a la
monja que aún espera a su amado.
Ella piensa
Cuando la tristeza acompaña a la soledad
No sabes que hacer, si reír o llorar, si acoges el
llanto
Se rompe el corazón en dos, si eliges el reír,
sientes menos
La soledad, porque tu espíritu alberga esperanzas,
A veces si escoges mitad y mitad, no se sabe nunca
Que va a salir.
A las doce,
terminaron de dar su paseo, porque el pueblo no era muy grande, optaron
por darse un baño, cerca de un río que habían observado cerca del hotel. Cuando
iban descendiendo por el camino más
llano, se encontraron, con un señor, que paseaba, y les hizo la misma pregunta,
pero esta vez, se desnudaron, metiéndose en el agua, que todavía se encontraba
fría, porque el sol no calentaba mucho.
Al cabo de dos horas, salieron; cuando estuvieron
secos, comieron, subieron de nuevo al castillo, pero esta vez, encontraron en
los alrededores un libro para niños titulado Los Tesoros de Gizah. Lo
recogieron del suelo.
Cuando anocheció, regresaron en el coche, que no
arrancaba, así que lo intentaron varias veces, pero no lo lograron arrancarlo,
aunque se veía poco, por la falta de luz, optaron, por ir andando hasta el
pueblo.
Cenaron, se acostaron temprano, porque no había
nada que hacer, pero Sara, que le gustaba las novelas de aventuras, aun
sabiendo, que no estaba bien el leer algo ajeno, abrió la tapa, para empezar a
leer. Pero, Diego, se puso hablar, de lo acontecido el día, así estuvieron hablando
del día y de otros temas, hasta que se durmieron.
A la mañana siguiente, nada más entrar al
restaurante, preguntó a la camarera, si sabía de algún niño, que tuviera un
libro, que se llamara “ Los Tesoros de Gizah”, porque se lo habían encontrado
en las inmediaciones del castillo. Les daba pena quedárselo, porque estaba
prácticamente nuevo. La camarera, le respondió que conocía a una vecina que
tenía un hijo de diez años, que tenía un libro con ese titulo, nada más
terminar de desayunar, subieron a su habitación, cogieron el libro, buscaron a
la camarera, entregándoselo en la mano.
Anduvieron, por el camino de gravilla, hasta que
un hombre con un coche, les gritó que estaban locos, que por poco les
atropella.
Cuando llegaron, arrancaron el coche, se fueron a
su futura casa, para ver como continuaba las obras, porque mientras paseaban
les dieron instrucciones a los obreros para que continuaran con las obras.
Dejaron el coche, cerca de valla, entraron, todos estaban trabajando en
lo que se les había dicho. A la hora de la comida, pararon, le dijo al jefe de
obra que les enseñase la casa para ver como iban las cosas, dieron una vuelta,
quedaron satisfechos, se retiraron para dar un paseo por los alrededores de la
casa. Cuando se iban a ir miraron en el agujero que habían hecho y vieron la
muñeca del día anterior con gusanos blancos, en el pelo hormigas y en las manos
cucarachas. En cuanto pasó el maquinista de la máquina excavadora le dio orden
de que sacase eso tan repugnante y lo tirara en un cubo de la basura; así lo
hizo de inmediato.
Entraron y encontraron un libro de poesía que se
titulaba ¿Qué es el amor? No se veía el título porque estaba destrozado. Lo
dejaron en el mismo sitio en el que se lo habían encontrado. Salieron de la
biblioteca y se dirigieron a los subterráneos del palacio por unas escaleras
interiores que se encontraron en la cocina, había un sistema canalizado bajo
tierra que parecía incluso más grande que la parte visible. Tenía incluso una sala de torturas, pensaron que era algo
repugnante tener eso en su casa, mandarían que lo quitasen, si al día siguiente
permanecía, siguieron andando y vieron
una enorme bodega llena de barriles. Cuando todas las obras hubieran finalizado
probaría los vinos; fueron pasando tranquilamente como dueños de todo. Salieron
por otra escalera y se dirigieron a las mazmorras. Allí estaba sucio y oxidado.
Se alejaron y volvieron a subir por las mismas escaleras.
Las escaleras que hacía un momento estaban en
perfectas condiciones, ahora estaban deterioradas. No sabían que hacer si subir
como pudiesen o quedarse allí. Decidieron subir como pudiesen. Cuando pusieron
el pie derecho en el peldaño más bajo de la escalera, la escalera de repente
parecía nueva. Subieron rápidamente, pero sin saber como, un soldado, cerró la
puerta, no permitiéndoles salir; al cabo de un rato, apareció otro soldado,
entonces, ellos aprovecharon para salir corriendo.
Salieron al exterior, dieron un paseo por el
terreno, aprovechando los rayos del sol, agradeciendo que vivieran en el siglo
XXI.
A las nueve, se fueron todos incluidos los dueños.
Cuando llegaron, la camarera, que les había atendido
por la mañana, les tendió el libro porque su vecina le mostró el libro de su
hijo. Entonces ella regresó con el libro en la mano. Estando sentados, la mujer
que tenía el hijo con el libro del mismo título, pidió perdón por molestar
cuando iban a comenzar a cenar, pero se lo tenía que agradecer, la única manera
que se le había ocurrido era el hacer una deliciosa tarta con zanahorias.
Después de darle las gracias se marchó la señora, pidieron para cenar
champiñones con carne a la brasa con queso roquefort fundido y patatas panaderas.
Continuará...........