Como tenían mucho calor, se quitaron la ropa;
sacaron las toallas y se metieron en el agua; aunque estaba muy fría para
meterse enseguida, poco a poco el cuerpo se fue acostumbrando al agua clara y
fría de la cascada y estuvieron bañándose un buen rato. Cuando se cansaron, se
salieron y vieron una trucha pasar.
En la otra orilla de lejos les pareció ver
nutrias, pero no estaban muy seguros, se
metieron en el agua para verlas más de cerca pero enseguida se alejaron.
Notaron el cambio del agua fría al exterior, pero
como hacía mucho calor, no se constiparon. Se tumbaron en las toallas que
estaban colocadas encima de la gravilla. Cuando se secaron, se pusieron la ropa
y decidieron escalar un poco por las rocas que no necesitaban tener cuerdas de
escalada.
Empezaron a subir por unas rocas, después de haber
recogido todas las cosas, por unas rocas que no estaban muy empinadas y que
estaban secas, por lo tanto no había opción de ningún desagradable accidente.
El camino era muy accesible, porque no había
grandes rocas, en la tercera roca, vieron un espacio bastante grande y se
pararon para ver las montañas que rodeaban las cascadas, con sus enormes árboles,
se giraron a la derecha; enseguida vieron una cueva, empezaron a andar, con
mucho cuidado para no caerse, por suerte el camino estaba bastante llano y
pudieron acceder fácilmente. Sin embargo
como no llevaban linternas, no se atrevieron a entrar por temor a no ver nada.
Se fueron y regresaron por otro camino, que era un
poco menos accesible, porque a diferencia que el otro las rocas eran un poco
más grandes que las anteriores, pero se podía subir o bajar con bastante
facilidad.
Con mucho cuidado, fueron bajando poco a poco, iban poniendo una mano y miraban para poner
un pie y luego el otro, tardaron veinte minutos en descender, pero aún así
Diego pisó mal y se cayó con un trozo de una roca, como no fue la caída muy
grave se hizo solo unos pequeños rasguños.
Se levantó del suelo, se quitó el polvo de la
camiseta roja de manga corta y de los pantalones cortos verde claro; se fueron
andando agarrados de la mano, hasta la
cascada, al lado, había un pozo; se asomaron tanto, que sin darse cuenta, se
cayeron dentro del pozo, con tan buena suerte, que cayeron de pie, encima de unos esqueletos; parecía de
personas, pero al menos les amortiguó el
golpe. Se levantaron con mucho cuidado para no tener torceduras en los tobilos
ni en las muñecas.
-¡Que horror, hemos aterrizado entre cadáveres!
Solo de pensarlo, hubiera preferido, el haberme matado.- Le contó a su marido,
con un escalofrío.
- Pues yo lo prefiero, el tenerlo como
amortiguador.- Explicó Diego a su esposa.
- Aunque estoy mareada, deberíamos subir por las
piedras…
- Está cerrándose
el hueco, ¡estamos atrapados!- Exclamó Diego, que también comenzaba a
preocuparse.
Entonces,
sin saber como, apareció una luz
para indicarles el camino, empezaron a caminar por el camino de la izquierda.
Al cabo de dos horas, la luz desapareció.
-¡Dios mio!- Estamos atrapados ¿Cómo vamos a
salir?- Chilló a su marido histérica, medio llorando.
- Tranquila todo se arreglará.
Pasaron los días y la luz no aparecía, sin embargo
a la semana, reapareció y les marcó el
camino de la derecha, anduvieron hasta que se dieron cuenta que era suelo de un
edificio; más tranquilos, continuaron. Enseguida se dieron cuenta de que era la
bodega de su castillo, por cierto bastante bien conservada y con magníficos
barriles de roble.
Continuará..............
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