martes, 19 de marzo de 2013

La gran depresión (VIII)


Por la noche, mientras dormían sintieron, como si de repente la ventana  se hubiera abierto, se levantó Diego para cerrarla, porque sentía frío pero, al estar levantado comprobó que el picaporte de la ventana se mantenía cerrada, volvió a la cama.
La sábana que hacía un momento estaba echada hacia atrás porque hacía mucho calor, en cuanto se metió, iba a abrazar a su esposa, pero notó que había alguien más; encendió la luz de la lámpara, pero allí no había nadie solo ellos y alguien que les había arropado. Se destaparon y enseguida se quedaron dormidos.

Nada más terminar de desayunar, se fueron a ver como estaba la casa, aprovechando que solo eran las siete de la mañana, para ver como iba progresando las obras. Aparcaron en el lugar de siempre, subieron las escaleras, sin ningún tipo de problemas, entraron en la habitación principal, encontraron la muñeca de porcelana con el sombrero nuevo y su perfecta cara redonda, con zapatos nuevos tumbada en la cama, haciendo compañía a la niña, que esta vez, vestía un sencillo camisón blanco con puntilla, aparte de eso observaron que todo se encontraba en perfectas condiciones, iban a retirarse cuando hallaron un baúl. Lo sacaron como pudieron, lo bajaron por las escaleras, para llevárselo al coche, lo metieron en el maletero a duras penas. Pusieron la alarma, siguieron dando vueltas por todas las habitaciones minuciosamente, cuando finalizaron, bajaron a la primera planta, haciendo lo mismo, salieron e hicieron lo mismo con las caballerizas y con el cobertizo, se cruzaron los obreros con los dueños se saludaron, se marcharon.

Aprovechando que no tenían nada que hacer, se fueron al bosque a ver la famosa sierra que les había recomendado el agente inmobiliario que  viesen y que estaba al lado de su futura casa. Decidieron ir andando poco a poco hasta donde llegasen.
Empezaron a andar por un camino que no había muchos árboles por temor a perderse, lo bueno y lo malo es que no había muchas piedras y eso haría que se pudieran perder con facilidad. Miraron a ver si podían coger alguna referencia; se dieron cuenta que la mejor referencia, era precisamente donde hubiera un camino que no había muchas piedras y tampoco muchos árboles, además las ramas eran muy finas y tampoco había arbustos. Entonces decididos, con ese pensamiento, cogieron el camino de la izquierda aprovechando la ventaja de que casi no había árboles. No estaban igual de verdes que los otros y que tampoco había muchas piedrecitas ni arbustos. Empezaron a meterse por los árboles que no eran muy profundos, mirando siempre detrás para acordarse por donde iban y no perderse,  iban andando con precaución, para no perderse y para no torcerse ningún tobillo, iban con mucho cuidado, mirando delante detrás y abajo. Después de media hora andando, llegaron hasta el claro, enseguida vieron las montañas, enseguida empezaron a andar todo recto, muy despacio para ver todo el paisaje, andaban se paraban, así durante media hora hasta que llegaron a la cascada.


continuará........

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