sábado, 16 de marzo de 2013

La gran depresión (VII)


- Desde luego, está muy bien fortificado. Las puertas, son bonitas, pero muy sencillas para mi gusto.
- Pues a mí me parece perfectas.- A ti casi siempre te parece todo lo más sencillo perfecto.- Respondió Sara, cogiéndole de la mano, cariñosamente.
Nada mas entrar, miran a la terraza, dándose cuenta, que por dentro, las ventanas, estaban medio derruidas, por lo tanto se quedaron sin poder subir por las escaleras, porque, pasaba igual que las ventanas.
Decidieron, porque no podían mirar mucho, dar un paseo por los alrededores. Salieron a dar un paseo, iban a adentrarse en el bosque, cuando un cazador, les preguntó si eran los nuevos propietarios de la antigua mansión llamada “ La Gran Depresión o Gran Tristeza “. Ellos le respondieron que sí, preguntaron el por que de esa pregunta, si era para darles la bienvenida, les daba las gracias, pero si había pasado algún acontecimiento que debieran saber, que por favor, se lo contara. El cazador salió medio corriendo y asustado. De repente vieron una extraña piedra. Se extrañaron tanto que decidieron marcharse, dando un paseo por un convento que estaba de paso, para acercarse, tenía que abrirse paso apartando las ramas y hojas de los árboles.
Este convento lo que tenía de especial era, que albergaba una joven hermosa de Mexico, que aparecía por las noches. Esta era la historia.
En la época (1862- 1867) de la intervención francesa. Una joven se enamoró  de un militar francés sus padres no les gustó esa relación y la metieron en un convento.
Esta joven hermosa, de pelo azabache y ojos almendrados, conoció a este muchacho porque le curó unas heridas durante una pelea callejera y lo ocultó para salvarle la vida. Hay dos versiones. Dicen que él se fue a su país antes que lo fusilasen, pero le prometió a ella regresar y no lo hizo, otra dicen que como él se fue y ella quedó embarazada incapaz de soportar la vergüenza, desesperada por la ausencia de su amor subió a la torre del campanario y se tiró al vacio. Todos coinciden que las noches en lo alto de la torre se ve a la monja que aún espera a su amado.
Ella piensa
Cuando la tristeza acompaña a la soledad
No sabes que hacer, si reír o llorar, si acoges el llanto
Se rompe el corazón en dos, si eliges el reír, sientes menos
La soledad, porque tu espíritu alberga esperanzas,
A veces si escoges mitad y mitad, no se sabe nunca
Que va a salir.

A las doce,  terminaron de dar su paseo, porque el pueblo no era muy grande, optaron por darse un baño, cerca de un río que habían observado cerca del hotel. Cuando iban descendiendo  por el camino más llano, se encontraron, con un señor, que paseaba, y les hizo la misma pregunta, pero esta vez, se desnudaron, metiéndose en el agua, que todavía se encontraba fría, porque el sol no calentaba mucho.

Al cabo de dos horas, salieron; cuando estuvieron secos, comieron, subieron de nuevo al castillo, pero esta vez, encontraron en los alrededores un libro para niños titulado Los Tesoros de Gizah. Lo recogieron del suelo.
Cuando anocheció, regresaron en el coche, que no arrancaba, así que lo intentaron varias veces, pero no lo lograron arrancarlo, aunque se veía poco, por la falta de luz, optaron, por ir andando hasta el pueblo.
Cenaron, se acostaron temprano, porque no había nada que hacer, pero Sara, que le gustaba las novelas de aventuras, aun sabiendo, que no estaba bien el leer  algo ajeno, abrió la tapa, para empezar a leer. Pero, Diego, se puso hablar, de lo acontecido el día, así estuvieron hablando del día y de otros temas, hasta que se durmieron.

A la mañana siguiente, nada más entrar al restaurante, preguntó a la camarera, si sabía de algún niño, que tuviera un libro, que se llamara “ Los Tesoros de Gizah”, porque se lo habían encontrado en las inmediaciones del castillo. Les daba pena quedárselo, porque estaba prácticamente nuevo. La camarera, le respondió que conocía a una vecina que tenía un hijo de diez años, que tenía un libro con ese titulo, nada más terminar de desayunar, subieron a su habitación, cogieron el libro, buscaron a la camarera, entregándoselo en la mano.

Anduvieron, por el camino de gravilla, hasta que un hombre con un coche, les gritó que estaban locos, que por poco les atropella.

Cuando llegaron, arrancaron el coche, se fueron a su futura casa, para ver como continuaba las obras, porque mientras paseaban les dieron instrucciones a los obreros para que continuaran con las obras. Dejaron el coche,  cerca de  valla, entraron, todos estaban trabajando en lo que se les había dicho. A la hora de la comida, pararon, le dijo al jefe de obra que les enseñase la casa para ver como iban las cosas, dieron una vuelta, quedaron satisfechos, se retiraron para dar un paseo por los alrededores de la casa. Cuando se iban a ir miraron en el agujero que habían hecho y vieron la muñeca del día anterior con gusanos blancos, en el pelo hormigas y en las manos cucarachas. En cuanto pasó el maquinista de la máquina excavadora le dio orden de que sacase eso tan repugnante y lo tirara en un cubo de la basura; así lo hizo de inmediato.
Entraron y encontraron un libro de poesía que se titulaba ¿Qué es el amor? No se veía el título porque estaba destrozado. Lo dejaron en el mismo sitio en el que se lo habían encontrado. Salieron de la biblioteca y se dirigieron a los subterráneos del palacio por unas escaleras interiores que se encontraron en la cocina, había un sistema canalizado bajo tierra que parecía incluso más grande que la parte visible. Tenía incluso  una sala de torturas, pensaron que era algo repugnante tener eso en su casa, mandarían que lo quitasen, si al día siguiente permanecía, siguieron andando  y vieron una enorme bodega llena de barriles. Cuando todas las obras hubieran finalizado probaría los vinos; fueron pasando tranquilamente como dueños de todo. Salieron por otra escalera y se dirigieron a las mazmorras. Allí estaba sucio y oxidado. Se alejaron y volvieron a subir por las mismas escaleras.
Las escaleras que hacía un momento estaban en perfectas condiciones, ahora estaban deterioradas. No sabían que hacer si subir como pudiesen o quedarse allí. Decidieron subir como pudiesen. Cuando pusieron el pie derecho en el peldaño más bajo de la escalera, la escalera de repente parecía nueva. Subieron rápidamente, pero sin saber como, un soldado, cerró la puerta, no permitiéndoles salir; al cabo de un rato, apareció otro soldado, entonces, ellos aprovecharon para salir corriendo.
Salieron al exterior, dieron un paseo por el terreno, aprovechando los rayos del sol, agradeciendo que vivieran en el siglo XXI.
A las nueve, se fueron todos incluidos los dueños.
Cuando llegaron, la camarera, que les había atendido por la mañana, les tendió el libro porque su vecina le mostró el libro de su hijo. Entonces ella regresó con el libro en la mano. Estando sentados, la mujer que tenía el hijo con el libro del mismo título, pidió perdón por molestar cuando iban a comenzar a cenar, pero se lo tenía que agradecer, la única manera que se le había ocurrido era el hacer una deliciosa tarta con zanahorias. Después de darle las gracias se marchó la señora, pidieron para cenar champiñones con carne a la brasa con queso roquefort fundido y  patatas panaderas.

Continuará........... 

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