A pesar de todo el esfuerzo del equipo médico el
hijo de Martín falleció en menos de media hora. El médico de guardia nunca había
visto un caso como el de esa noche, pero si había leído mientras cursaba
medicina un caso similar. Un envenenamiento por cianuro.
Rápidamente revisó la mochila que aún llevaba el
cadáver de su hijo y encontró la bolsa de caramelos que había recolectado ese
Halloween. Un inconfundible olor a almendras amargas ( olor que normalmente
tiene el cianuro) se desprendía de una de las chocolatinas. Al abrirla encontró
e un interior un polvo blanco que claramente alguien había introducido dentro
de la chocolatina. Siguió abriendo chocolatinas y encontró algunas más en el
polvo y aún algo más inquietante… Al partir una de las manzanas caramelizadas
encontró en su interior cuchillas de afeitar y agujas. Sin duda alguien había
decidido envenenar a todos los niños del barrio o al menos provocarles daños
graves con agujas y cuchillos escondidos dentro de la comida.
El médico salió corriendo al pasillo y sujetando
fuertemente por los hombros a Martín le empezó a preguntar si había más niños
con su hijo.
La cara de preocupación de Martín cambió
inmediatamente a una total desolación.
-
¿Ningún niño más? ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde está?
Martín apretó al doctor y entró a
empujones en la sala donde habían atendido a su hijo. Destrozado por el dolor
de la pérdida en el suelo mientras abrazaba el cuerpecito sin vida de su hijo.
De pronto se convirtió un
rostro de rabia mientras el doctor le explicaba que habían
encontrado restos de cianuro en las golosinas que alguien había regalado a los
niños, incluso dentro de una manzana había agujas y cuchillas de afeitar.
Martín recordó cual fue la única casa donde habían regalado manzanas
caramelizadas y entonces empezó a atar cabos: la amabilidad sin precedentes de
Don Clemente, porque llevaba guantes dentro de la casa y que su hijo minutos
después de la visita empezara a sentirse mal.
Sin media palabra salió corriendo
del hospital al que justo en ese momento llegaba otro niño con los mismos
síntomas de su hijo. Martín reconociendo a su vecina le dijo que avisara por
teléfono al resto de madres que no dejaran comer nada a los niños. No dijo más
y subió a un taxi y salió rumbo a la casa de Don Clemente.
Martín no era un hombre muy
corpulento pero cualquier persona que se hubiera cruzado con él hubiese dado un
paso atrás al ver su rostro desencajado por su furia. De una patada reventó la
puerta de Don Clemente y entró en su casa con la intención de matarle con sus
propias manos. Pero al llegar a la habitación del viejo se dio cuenta de que
alguien se le había adelantado. Don Clemente estaba tirado en el suelo con la
cabeza destrozada y restos de sangre seca manchaban la alfombra sobre la que
estaba tendido su cadáver.
Continuará.....
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