miércoles, 9 de septiembre de 2015

En el coche equivocado (II)

Llegaron a un refugio, con una chimenea, dos sillas y una mesa un poco pequeña. Al rato, un hombre con un martillo, abrió la puerta, intentó golpearles, pero no llegó a acertar porque se lo impedía una silla que tenía delante. Ellos se pudieron defender y conseguir salir corriendo, al arrojarle una botella llena de lejía. Les permitió tener la ventaja y poderle despistar. Él salió a tientas porque no podía abrir los ojos del escozor que sentía. Cuando consiguió abrirlos después de dos horas, ellos habían conseguido escapar, aprovechando que un conductor había parado en el ancen para orinar, ellos abrieron la puerta de atrás, cerraron con cuidado, se agacharon todo lo que pudieron para que no lo viesen.

El asesino encontró la carretera, al reconocer a su cómplice, se tranquilizó, los llevó a un subterráneo donde tenía numerosos artilugios de tortura. El cómplice, metió a la mujer en otra habitación, le puso el cuchillo en el cuello y le cortó en el brazo derecho.
Un hombre que se había perdido, escuchó los gritos desgarradores del matrimonio, decidió ayudarles; para ello, buscó una entrada, después de mucho buscar, encontró una, pero la entrada estaba inaccesible, porque tenía cadenas; consiguió introducirse por debajo. Realizada la operación, siguió todo recto; cuando llegó al final, fue por el otro camino de la derecha. Observó que tenía una tenazas, pistola, cuchillo. Agarró todo  y prosiguió.
Cuando llegó ante la mujer, el desconocido mató al otro hombre con una pistola; sacó a la mujer y la llevó, por el mismo túnel. Una vez fuera, la llevó a otra cosa, que se encontraba bastante retirada.

A la hora regresó a por el marido, pero este, ya había matado.

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