viernes, 11 de septiembre de 2015

Los vigilantes (II)

-Mande, hizar las velas y girar trescientos sesenta grados a estribor.
Enseguida desaparecieron y la luz se hizo más tenue, quedándose ellos solos. Entonces ellos salieron para realizar otra ronda sin que ocurriera nada.
A la noche siguiente, encontraron al contramaestre y a un marinero.
-Vosotros ¿que hacéis sin hacer nada? Aplicar brea por todo el barco. ¿Es que sois sordos? ¿no me habéis escuchado? moveros.
Los vigilantes le siguieron el juego realizando lo se les había encomendado. Al rato desaparecieron. Nada más desaparecer, apareció ante ellos una isla; una isla que tenía monedas de oro, rubíes, copas de oro... Sin embargo no podían cogerlo, ya que no eran los elegidos; tan pronto como apareció, desapareció.

Comenzaron a cavilar como podrían hacerse con el tesoro. Se dieron cuenta de que la mejor manera, sería robarle la carta de navegación; el problema es que no  entendían de navegación; como era de suponer, no podían ir a un sitio para que les leyese la carta, porque no podrían explicar, en el caso de que lo llevasen a cabo, entrar sin miramientos en un psiquiátrico.
Tuvieron la suerte de que apareciese una mujer, debería ser una tabernera por la ropa, con un papel en el que ponía que el libro que contenía las notas de la carta de navegación, se encontraba en el camarote del capitán. Cuando desapareció no sucedió nada fuera de lo común.

No hay comentarios:

Publicar un comentario