Cuentan que en tiempo de nuestro emperador Carlos V, uno de los ministros que sabía el poder de este escudo; intentó robarlo. El escudo se vengó. Las águilas de la parte alta del escudo salieron y con ayuda de los cuervos, que avisaron con un graznido, entraron por la ventana abierta, que parecía que estaba preparada para ellos. Atacaron al ladrón, picoteándole por todos los lados hasta tirarle por la ventana. Tras la muerte del emperador, su hijo Felipe II, tuvo un reinado de paz, sin ningún atentado contra él ni con su escudo, probablemente avisados de lo que ocurriría.
Transcurrieron siglos sin que nadie salvo los reyes posteriores se atreviesen a tocarlo,, únicamente para la guerra; pues a él, le picoteaban sus águilas, como avisándole de que era para la guerra, no para ir de paseo.
En los tiempos actuales, la señora de la limpieza y los restauradores no tienen ningún tipo de problema; probablemente el escudo sabe que su tiempo de esplendor, acabó para él
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