Como todos los jueves, ese ere el día, inexplicablemente el que más trabajo había. Después de desayunar, pasaba por delante del despacho de su padre y al observar la puerta cerrada, cosa muy rara en él, porque salvo para repasar la correspondencia y cosas de muy poca importancia; no solía utilizar ese despacho con una gran mesa de nogal ribeteado en las patas, con una gran silla y unos bonitos tinteros de plata.
Decidido a saber que ocurría coloqué la oreja detrás de la puerta, aprovechando que ninguna criada limpiaba.
-¿Dónde está mi joya o para ser más exacto, la joya que hice que engarzar en mi collar de ágatas?- Preguntó Tiffani.
-¿Cómo osas reclamarme a mí, a mí, que te saqué del prostíbulo, si del prostíbulo? ¿recuerdas? ¡del prostíbulo, del cual llevabas las cuentas! de no haber sido por mí, una de dos, o te hubieran colgado por ladrona, o te hubiera matado Rebeca, porque cuando se lo dijiste a la dueña, que te casabas, Rebeca, una simple meretriz, que únicamente abultaba más sus pechos que su cuerpo, se le leyó en la cara; la venganza y los celos, de apartarla de su amor. ¿Qué quieres? ¿Qué te mande a Santo Domingo? sí, me he informado de tu anterior matrimonio.- Le amenazó Jason, muy enfurecido y con el estómago cerrado.
Tiffani, no replicó, sino, como si fuese una gran señora, abrió la puerta y dejó a su marido allí.
Richard, escuchó la confesión del pasado de su madre por boca de su padre. Montó en su caballo y decidió perderse entre la espesura para relajarse. Al pasar por la plaza para dirigirse a la oficina donde tenía el despacho, una mujer que estaba salazando el pescado le paró. Sin bajarse del caballo, le dijo que fuese a la caseta de vigilancia dentro de cinco minutos. Como sabía que su secreto a salvo, siguió su trayecto.
En el establecimiento, un cliente le comentó que fuese esa noche a la Calavera Infernal; luego le pidió el dinero que necesitaba.
Por la noche se fue allí, una prostituta, le colocó una nota en la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario