lunes, 15 de diciembre de 2014

Horrores (II)

Cuando volvió en si se encontró en un sitio en penumbra; tocando las paredes se dio cuenta de que estaba debajo de tierra ya que las paredes era tierra y encima había una raíz de un árbol. Aunque no tenía claustrofobia, empezó a ahogarse, a no respirar bien; para mayor desgracia, miró a su izquierda, encontrándose la rueda de un carro astillada. Entonces se empezó a tranquilizar. Siendo muy corto este tiempo porque se encontró con la cabeza de un cerdo y un cadáver de un perro, además de unas tijeras ensangrentadas y un cuchillo con sangre seca; escondió como pudo ambos utensilios.

Por la noche o eso creía él, se quedó profundamente dormido, cuando se despertó tenía su ración de carne seca y agua, se la comió con avidez. Una vez que  terminó, se hizo el dormido, el secuestrador abrió la trampilla para recoger la bandeja. Cuando lo tuvo muy cerca, le asestó con las tijeras varias puñaladas hiriéndole; aunque nada más clavárselas, salió corriendo, subió rápidamente por las escaleras; echó a correr, robó el coche, que por suerte tenía las llaves puestas; su raptor malamente le intentó seguir en las tijeras clavadas en la pierna derecha, mientras se desangraba.
En la carretera, pisó el acelerador para perderle totalmente, la policía le paró por exceso de velocidad, al contar lo sucedido, no le pusieron una multa dejándole marchar.

En cuanto al secuestrador le detuvieron al día siguiente, cuando testificó e hicieron una rueda de reconocimiento. Entró en la cárcel para siempre
  

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