sábado, 9 de enero de 2016

EL ESPEJO QUE TODO LO VE (I)

 Tomás era dueño de  una tienda de antigüedades, en la cual, tenía un espejo que había heredado de su abuelo, cuando murió con ochenta  años. Todavía  recordaba que lo amenazaba su abuelo cuando se portaba mal.
-Cuidado, que como comas chocolate, a mis espaldas, el espejo me lo dirá.
Él no lo creyó, pensó que serían cosas de su abuelo, que siempre había sido estrambótico. Como para él, lo que decía su padre era lo correcto; también Tomás lo creyó hasta que...

Ayer por la tarde, un hombre entró, parecía un cliente que venía a comprar. Sin embargo, él se puso a contar el dinero porque faltaban cinco minutos para cerrar. Levantó los ojos, donde tenía el espejo con el marco dorado; le dijo que había un hombre que iba a robar un broche de diamantes en el armario que había dejado abierto. Extrañado, se dirigió allí, aunque estaba completamente seguro de que había echado la llave; efectivamente, el hombre estaba abriendo la puerta. Tomás le registró, le quitó el broche y llamó a la policía. Pensó que era una casualidad.
Al día siguiente, el espejo, adivinó, que iba a conocer a una mujer que iba a conocer a una mujer que iba a entrar dentro de quince minutos.
A los quince minutos, una mujer, de su misma edad,  es decir, treinta años, una pelirroja, de anchas caderas.

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