lunes, 29 de febrero de 2016

El Asesinato de Angkor (II)

Pasaron varios siglos en paz, sin ninguna guerra, el Palacio Real, con sus tejados en forma de cascada y sus ornamentos dorados, con sus innumerables habitaciones, parecía que nunca sufriría, pues, estaba protegido por sus murallas. Sin embargo, no fue así, o mejor dicho, el corazón de uno de los ministros, apareció en una tetera. El rey, al enterarse de dicho suceso, concluyó en buscar al culpable.
Rodó varias cabezas, al comunicarle uno de sus espías los nombres de los que había visto utilizar productos prohibidos.
Al día siguiente, se halló  un cuerpo con quemaduras distribuidas por todo el cuerpo, tirado como si fuera un simple títere delante de un Buda de cristal sentado en un pedestal de oro. Por desgracia, salpicado por el dolor de la muerte con sangre cruenta.

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