domingo, 22 de marzo de 2015

El Secuestro (II)

-Vamos a ver, que tal nos sale la reserva por e-mail, yo siempre he estado en contra, la verdad es que donde esté el teléfono que se quite el ordenador.- Dijo Tania, al ver que Verónica no continuaba.

Subiendo al autobús, por suerte pudieron no estar muy retiradas y una le podía decir a la otra que le llamaba la otra.
Después de dos horas más o menos, llegamos a Ronda,  por suerte el hotel Alavera de los Bancos estaba en perfectas condiciones, digo tuvimos, porque las casas había muchas que estaban abandonadas, muchas tenían grietas, o bien les faltaba el techo.
Entramos y nos registramos sin ningún problema. Preguntamos la dirección para ir a la iglesia de Santa María la Mayor.
Nos dirigíamos  allí cuando un coche casi atropella a Verónica y a mí; de repente paró al ver al párroco y dos hombres fornidos, los dos que habíamos visto en el autocar, el que había visto mi amiga Silvia, y el que había estado hablando por teléfono que tenía una barba muy larga y oscura, casi no tenía pelo salvo en la coronilla. El pobre hombre, un anciano de setenta años, muy escuálido, no podía luchar, así que, no puso resistencia. En cuanto se fueron, entramos al hotel y pedimos que llamaran a la policía.

El dueño del hotel dijo, que tenía muchas cosas que hacer y no podía estar perdiendo el tiempo en esas cosas.
Salimos a pasear a ver lo que teníamos en mente, cuando vimos a un agente de policía, le pedimos que nos acompañara a la comisaría para poder poner una denuncia, pero nos respondió que con la Semana Santa, tenía mucho trabajo y que tenía que hacer rondas.
Comenzó  anochecer cuando vimos el Tajo Jorge y el Puente Viejo. Después de hacernos varias fotografías, nos dirigíamos primero a la iglesia de Santa María la Mayor que era del siglo XIII, como bien nos había contado mi amiga Verónica en el autobús. Por suerte pudimos ver la fachada bastante bien, antes de que terminase de  anochecer. La luz nos permitió llegar al hotel porque casi no había anochecido.

Mientras sacaba el camisón de la maleta, escuché en la planta de arriba porque  donde estábamos nosotras era la segunda planta. Unas voces que parecía que estaban discutiendo.
-¿Qué es eso de que se ha escapado?
-Sí, eso mismo, en cuanto abrí la trampilla  para bajar por las escaleras para poder acceder a la puerta donde le teníamos encerrado, se encontraba vacía.
-Te quedas tan fresco, ¿eres imbécil o que? ¿Cómo se te ocurre dejar la puerta abierta para que se escapara? ¿La ayudaste? ¿Qué le vamos a decir al hombre que nos contrató? Di ¿qué? No vales para vigilar a nadie; seguro que te dejo a cargo de un niño y lo haces igual de mal o incluso peor, aunque dudo de que se pueda hacer peor, la verdad.

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