lunes, 2 de marzo de 2015

Manolo y Clarinda abuelos

Una noche de verano de 1920, con aire fresco que entraba por la puerta de la casa; Ricardo, que era el hijo pequeño de Manolo y Clarinda, les comunicó que iban a ser abuelos. Manolo, fue a la cocina a descorchar una botella de sidra, para celebrarlo ya que sería el primero.
A los nueve meses, Sara, dio a luz a una niña llamada Julia. Al mes de nacer, vendieron la casa y se mudaron a Madrid; consiguieron un local a buen precio y abrieron una joyería. A los pocos meses, fue tan fructífero que emplearon a más gente.
Cuando creció Julia, se hizo cargo del negocio, ampliándolo también a bolsos y zapateria; lo llevó también que amasó una fortuna.
Al año se casó y doblaron la fortuna; compraron un piso en la calle Fortuna y lo pusieron de alquiler.

A los dos años tuvieron una hija y al año un hijo. Les fue también el negocio que no necesitaron trabajar nunca. Porque, cada vez que pasaban de dueño; el negocio iba a mejor y se ampliaba.

Así pues, lo dejamos ya aquí, porque sería la historia de no terminar nunca

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