miércoles, 25 de marzo de 2015

El secuestro (V)

Después de media hora andando con la luz de la linterna.
-Ya nos podemos sentar a cenar tranquilamente, una cena rápida a base de embutidos por si es necesario.- Arguyó Emanuel, sentándose a la vez que Hector.
-Sin embargo, espero que nos vayamos hoy a la una de la madrugada, como teníamos planeado.- Dijo soltando el aire Hector.
-Lo mismo pienso.- Dijo meditando Emanuel y sacando lo que sería la cena.
A la una.
-Estoy suficientemente recuperado; por mi reloj son la una y cuarto.- Dijo Hector levantándose muy despacio a tientas debido a la oscuridad del túnel.
-Por el mío también lo es.- Dijo una vez que hubo encendido la linterna y viendo que tenía la misma.

Le entregó la linterna a su compañero de viaje y comenzaron a andar lo que habían hecho hacía unas horas. Una vez  que llegaron al principio de las escaleras escucharon el crujido, pero el silencio era sepulcral, subieron muy despacio parando a escuchar, pero todo estaba como tenía que estar por la noche.

Cuando terminaron, subieron las escaleras, el padre Emanuel que era el guía, miró desde un ángulo que podía observar tranquilamente al exterior sin ser visto. Al no ver nada, continuaron con la marcha.

Aunque tenían muchos kilómetros hasta llegar al monasterio, empezaron su caminata, porque no se podían quedar ahí.
Llegaron al siguiente pueblo cuando el sol comenzaba a despuntar, entonces llamaron a la puerta de la iglesia, abrió el párroco muy extrañado, le explicaron la situación y les dio alojamiento.

Los dos se quedaron dos días, al tercero el padre Emanuel se fue a la iglesia para que nadie se extrañase de su desaparición.
Nada más despedirse, no se sabe muy bien por el peso físico que tenía o mentalmente por lo que pudiera pasarle murió.
Hector se quedó con el nuevo párroco hasta la una de la madrugada, entonces se fueron y comenzaron a andar hasta el siguiente pueblo.

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