jueves, 16 de abril de 2015

La Boda de María y Pablo

Pensé que podríamos ir a la tienda que había adquirido los vestidos de la dama de honor. Nos dirigimos al coche y fuimos allí.
Nada más entrar, la dependienta se acordó de mi y nos hizo descuento en el vestido; lo malo fue  que tuvo que pagar un poco más  por la cremallera que estaba mal y tenía que cambiar y arreglar los bajos. Esta vez, los zapatos si que los pudo comprar aquí, el bolso que quería también ya que hacía juego, de tal manera que parecía que la estaba esperando.
Saliendo por la puerta, sonó mi móvil, era de la tienda de novias, para que dar a la semana siguiente para la siguiente prueba.
A la mañana siguiente, me levanté y Pablo no estaba, me puso una nota en la mesa de la cocina para avisarme que estaría todo el día fuera.
Por la noche,  llegamos a la vez a las nueve.
-Cariño, ¿dónde has estado todo el día que has madrugado?- Preguntó María.
-He acompañado a mi hermano a comprarse un traje, porque el que tiene se lo ha puesto mucho, y no quería repetir, pero no hemos tenido suerte. ¿Qué has hecho tú?
-Me he ido a comer con las chicas fuera.
-Mañana también me levantaré temprano, porque iré esta vez con mi padre a comprarse el traje.

-¿Por qué no vais los tres?
- Nos encontraremos los tres el viernes, sino ha encontrado nada.
A la semana siguiente, fui a probarme el vestido de novia por tercera vez, por suerte, ya lo tenía, pudiéndome llevar ese día. También los zapatos, el bolso fue un obsequio de la casa.

Nada más llegar a casa, colgué el vestido, coloqué los zapatos en un sitio que era bastante improbable que mirase Pablo hasta que pudiese llevarlo a casa de mis padres. Terminado de apartar los zapatos de la vista de Pablo para evitar tentaciones, llamé a casa de mi hermana.
-Estrella, ¿qué haces esta tarde?
- Iré a casa de mamá porque me ha pedido que le ayude, no sé si con algo de la boda, o no sé, pero el caso, es que voy.
-¡Qué casualidad! yo también iré  para dejar el vestido y los zapatos, para que no vea los vea Pablo para que sea una sorpresa, porque como no sabía si mamá estaría hoy en casa, lo había colgado en mi armario; pero no me fío de Pablo.

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