miércoles, 29 de abril de 2015

Mi secreter

En mi antigua casa del pueblo, tenía un secreter que había adquirido en una tienda de antiguedades, ya que el otro que mi madre tenía se encontraba en su habitación, pero éste además, lo bueno que tenía era la facilidad de abrirlo; la puerta solo tenía que abrirlo de arriba abajo con el pequeño pomo que tenía, estaba hecho de madera maciza con incrustaciones de pájaros, hojas... tenía muchos compartimentos para poder colocar los folios, el tintero, las plumas; lo utilizaba de vez en cuando solo para ocasiones especiales, porque la tinta era muy cara.
Ese día de primavera para mí, era muy especial, mi abuelo trajo unos merengues en un plato llano, en la otra mano, me traía una horchata bien fresquita, estaba tan absorta leyendo la antigua carta que le habían escrito a mi madre, que sin darme cuenta, derramé toda la horchata encima de la carta, tenía tanto miedo de que mi madre me pillase que tampoco me di cuenta de que en la mano derecha continuaba con el merengue; total, que en lugar de limpiarlo, lo ensucié más aún. Cerré con llave el secreter con la esperanza de que mi madre no se diera cuenta; pero no tuve suerte, sino que mi madre vino muy enfadada y me regañó de tal manera que esas fueron las peores vacaciones de mi vida.

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