domingo, 9 de noviembre de 2014

Me Había robado el corazón

El sol acariciaba melosamente con sus calurosos y finos rayos, la cálida tez, de una mujer sola que se encontraba tumbada en el frescor de la hierba recién regada. Un viajero se acercó a ella para preguntar como se podría dirigir a Santiago de Compostela; al admirar sus marronáceos y enormes ojos, sus delicados labios, optó por sentarse al lado de esta bella mujer, no sabía si quería entablar una conversación, pero al menos había levantado su mirada de su libro que atentamente parecía que absorbía cada letra y cada párrafo que contenía. La saludó, iba a preguntarla si le daría permiso para sentarse; ella leyó en su mirada su propuesta, por lo tanto, por lo tanto, accedió gustosa, ya que, ella, que era muy timida, no se habría adelantado.Se sentó a su lado, conversaron horas y horas hasta que anocheció.

A la tarde siguiente, cruzaron sus miradas, besándose como si fuera la última vez, le llevó por un sendero que atravesaba el parque para dirigirse a un precipicio que tenía muy buenas vistas; asomaban alrededor pájaros que cantaban alegremente, mientras, paseaban o se sentaban cuando estaban cansados; si observaba una flor se la colocaba en el pelo rubio que contrastaba con la flor.

Pasadas las dos semanas, le pidió que se casase con él, ella sin dudarlo, pues sentía que su corazón le pertenecía, le respondió que sí, porque le había robado el corazón. Entonces, él, abrió la caja, le introdujo el sencillo anillo, ya que, como no tenía pensado el estar de vacaciones, sino el hacer el camino de santiago para probarse a sí mismo. Esa misma tarde se casaron en una sencilla capilla, ellos dos solos, únicamente su amor como testigo, haciendo juego con el vestido sencillo que era muy suelto y que no iba arreglada para la ocasión.
Finalmente dieron la vuelta al mundo
 

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