sábado, 28 de febrero de 2015

Una Madre para mi hija

Todos los viernes, sábados y domingos, Fernando, que era alto, con los ojos aceitunados, que vestía una cazadora de cuero, los días que salía, cuando su profesión de padre le permitía, porque se acababa de divorciar y había fines de semana que le tocaban y otros no.
El viernes a primeros de marzo Fernando, se fue de marcha con su cazadora de cuero y su vaquero negro favorito que le traían suerte. Esa noche, encontró la mujer de sus sueños.
A los seis meses se dio cuenta de que era perfecta para su hija.
Al séptimo mes, le agarró de las dos manos, le miró directamente a sus ojos negros, el pelo tan  liso como una tabla  y tan castaño como la madera, cercanos a una fuente con la escultura de Cupido, con dos bancos de piedra. La preguntó si le haría el hombre más feliz del mundo casándose con él. Ella, con los ojos empeñados en lagrimas le respondió que sí, le dio un beso prolongado y se abrazaron.
 Después de esto continúan enamorándose días tras días. De hecho les dejaremos que continúen enamorándose.

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