lunes, 16 de febrero de 2015

Tres bodas inesperadas

Nati, como la llaman sus amigos, estaba sentada en la silla de mimbre de la casa de campo de sus padres le yendo una novela; como hacía un sol espléndido y con mucha fuerza; se caló un gorro de paja ya que no aguantaba el sol, hasta hacía poco tenía el pelo suelto para que le rubio oscuro se aclarara.

A los cinco minutos vino su hermana con dos amigos italianos; se desprendió del gorro; se enamoró perdidamente de él nada más verle. Como era hora de la comida, su hermana muy resuelta y sin preguntarle nada, preparó un pic-nic. Ellos se llevaron la caña de pescar.
Después de la comida, estuvieron charlando sentados en la hierba, olvidándose de la pesca.
Al día siguiente vino Diestéfano para hablar con Elena. Le invitó a limonada mientras esperaba sentada a que viniese.
Al rato se presentó Elena con el pelo recogido en una coleta y con un vestido suelto con tirantes. Ella le hubiera gustado dar saltos de alegría, pero se tuvo que conformar con rodearle con sus brazos y besarlo con un prolongado beso, porque llevaba zuecos con plataforma.
Nati al escuchar la agradable noticia la preguntó donde y cuando le había conocido, respondió que cuando fueron de vacaciones a Inglaterra.
En la boda de Elena,  Rafael le preguntó si quería pasear, fueron a los jardines; en una mesa que reflejaba la luna en la mesa, le dijo que se sentase; cuando estuvo sentada; él se arrodilló y le pidió que se casase con él. Pactaron el sí, con un beso. Regresaron con cuidado de no pisarse la cola del vestido y no se torciese un tobillo.
Al llegar, el primo de Diéstefano estuvo charlando con ellos; de hecho cuando estaban charlando se aproximó su amiga Estrella. Ella y el primo de Diestéfano, llamado Emanuel les tocó en la misma mesa, estuvieron charlando durante toda la boda.

Pasada la luna de miel de Elena, Nati anunció que se iba a casar.
En la boda de Nati, no asistieron Estrella y Emanuel  porque no podían asistir porque estaba preparando su boda.
Así terminaron todos, felizmente casados, aunque hablaron de que nunca se casarían y que el romanticismo es para necios.

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