martes, 23 de junio de 2015

El Pacto de David con la Condesa Sangrienta (final)

Nada más desaparecer, abrí las cortinas para permitir que la luz difusa del día nublado pudiese entrar; transporté el vaso de agua al fregadero, apagué las velas colocándolas en su lugar, recogí el tablero llevándomelo a mi habitación.
Al rato aparecieron mis padres tranquilos y animados, relatándome lo bien que lo habían pasado y lo tanto que era por no querer haberlos acompañado.
Por la noche todo permaneció tranquilo, como supuse me había quedado en algún momento mientras veía la tele cuando mis padres no estaban me había quedado dormido, eso es lo que había sucedido, por lo tanto dormí como un lirón.
A la noche siguiente la condesa (no lo sabía), pero la reconocí enseguida por sus enigmáticos ojos entre marrones y negros, dependiendo de como se colocase.
-Quiero que vayas a Hungría, a la aldea de Luptaka- Rotowicke, donde permanece mi castillo Varanno, allí me traerás a las más bellas y jóvenes de todo el imperio.
-Claro, tú lo ves muy fácil, como si tuviese dinero.
Arrojó varias bolsas, las abrí, observé la cantidad de monedas que había, eran  todas euros. Le dije que de acuerdo que lo haría. Satisfecha, desapareció.
Meditándolo, me di cuenta de que no tenía sentido que fuese a Hungría, así pues, me acordé de un conjuro que había leído, encendí el ordenador. Únicamente lo que vi fue nada como respuesta a la ayuda que pedía.

Al día siguiente, aprovechando que mis padres se fueron al campo, preparé mi viaje y me fui a Hungría. Decidí que lo mejor sería, poner un anuncio que buscaba modelos, para una sesión de fotos. Las chicas, nerviosas, iban desfilando, pero la condesa ninguna la satisfacía, eran o muy delgadas o muy gruesas.

A las dos semanas, encontramos a las elegidas. Después de la sesión de fotos prometida, la condesa apareció, todos sus ayudantes y componentes. Una vez que hubo matado a varias, se sumergió en una bañera para mantener la piel tersa. Así fue como esta bella mujer pervivió para siempre.

Por mi parte, en mi habitación número veinticinco, permanezco en el psiquiátrico, "hasta que consiga avanzar", según las palabras textuales, aunque yo sé que todo esto es real y todos están confundidos. La condesa aparece, pero nunca me ayuda, porque argumenta que si lo hace no sabrá donde encontrarme. Yo le respondo que lo que si sé, es que envejeceré, me ha respondido que a los que quiere bien y aparte a su amante no lo permitirá. No sé cuando me dejará tranquilo, no lo sé, únicamente cuando aparece, hago un sexo realmente salvaje, le chupo los pezones y ella me acaricia los testículos, permanezco encerrado, hasta que consiga escapar.

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