lunes, 1 de junio de 2015

El Señor de los Infiernos (final)

Estábamos llegando cuando el soberano con varios ciervos, nos intentó rodear, pero nosotros que estábamos preparados, giramos nuestro anillo y le quemamos; juntando nuestros anillos, al rato apareció un súbdito del reino del Señor del Inframundo, éste, hizo aparecer en su anillo una cobra, mi amigo se quedó delante y yo en la retaguardia. Primero le inmovilizamos con nuestros escudos, matamos a las cúficos que son una especie de salamandra entre azul y rojo, luego, le desprendimos de su anillo, le cortamos el pelo y por último le quemamos; entonces desapareció y pudimos continuar nuestro viaje. Cuando llegamos, nos abrió las puertas, un hombrecillo con una mano pequeña y una gran llave de plata.
El paraíso tenía muchos valles, palmeras y la gente tumbada desnuda en la verde hierba o montada en una nube. Permanecimos allí cerca de dos meses y al tercero, decidimos regresar a casa. La bruja, nos preparó una poción que hizo que perdiéramos la memoria.
Al año, una bella joven de ojos almendrados, cara ovalada con un anillo tan cristalino como el agua, en su mano dorada cuando le daba el sol y finos dedos nos llevó a un manantial, en el que, sinos bañábamos, teníamos dos opciones, permanecer en el lugar, o bien irnos a otro lugar.
Mi amigo Esteban se enamoró de esta joven que siempre llevaba una túnica dorada y una corona de laurel.  Me iba a subir al carro, cuando él se despidió de mi, porque se iba a quedar con ella; entonces me monté, azucé los caballos sin mirar atrás y me dirigí a mi casa.

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