martes, 16 de junio de 2015

La boda de María y Pablo (XVII)

Cuando Pablo me dejó en la ventanilla para que pudiera ver las vistas; aunque también quería, así que pensé que de regreso le permitiría que se sentase en la ventanilla.
Nada más llegar a la Rivera Maya, aunque era muy cara una llamada internacional, llamamos a nuestros padres para decir que estábamos bien.
El autocar llegó a la hora acordada y nos llevó a nuestro hotel cercano a la playa. Como cabía esperar, mis padres reservaron la suit nupcial, con jacuzzi, salida a la playa y servicio de habitaciones a cualquier hora.

Después de deshacer las maletas y colgar la ropa, nos pusimos bañadores y nos fuimos a ver el sol y tumbarnos en la fina arena de la playa.
Empezó a anochecer, nos levantamos, sacudimos la arena de la toalla, nos dirigimos a nuestra habitación sin entrar dentro para ver la puesta de sol.
Cuando el sol desapareció y dio paso a la noche; permanecimos sentados en las sillas. Llamamos al servicio de habitaciones para que nos trajesen la bebida y la cena.
El servicio de habitaciones tardó poco; nos sirvieron la cena en la mesa que se encontraba en el porche; la bebida que pedimos fue vino blanco porque pedimos marisco, de postre uno que era especialidad de la casa, por último champán.
Muy temprano, nos recogió el guía turístico que habíamos contratado, después de ver pirámides y otros sitios que no me acuerdo; llegamos al hotel por la noche.

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